ANOCHECE QUE ES BASTANTE
jueves, 12 de julio de 2007
FUENTE: El Norte de Castilla FOTO: A.Arribas
SEGOVIA
Anochece, que es bastante
Félix Albo arranca las carcajadas en la segunda velada de narración oral ALFONSO ARRIBAS/SEGOVIA
La narración oral puede seguir numerosos y muy diversos derroteros y por eso el género no aburre. Además de la temática, el método crea tantos modelos como cuentistas recorren el mundo, casi todos ya profesionalizados después de engancharse a tiempo al boom de los monólogos literarios.
Una prueba de la multiplicidad de criterios es que con sólo un día de separación, en el mismo escenario (el patio de la Casa de Andrés Laguna) y bajo el mismo paraguas del Festival de Narradores Orales de Segovia se han ejercitado fórmulas creativas tan dispares como las propuestas el primer día por Cristina Verbena y en su relevo por Félix Albo.
Lo que en aquella fue dulzura, en el valenciano residente en la provincia de Alicante ha sido hilaridad; la musicalidad de la narradora aragonesa desapareció cuando Albo se encaramó a las tablas y en su lugar apareció una locuacidad extrema, acelerada. Ambos son narradores, pero sus especies viven alejadas.
Y el público disfrutó del cambio, entregándose a un registro dominado por el humor directo pero no zafio, repleto de improvisaciones y digresiones que confirieron a los relatos compartidos un aspecto de historia recién horneada muy reconfortante, porque parecía que Félix Albo estaba regalando cuentos únicos, perecederos y exclusivos para ese momento y ese lugar.
Luego descubrimos que no, incluso que aquellos sucesos que parecían autobiográficos no eran sino productos de su pasmosa imaginación. Sólo una vez, en el magnífico relato final, echó mano de la literatura escrita y ajena para extraer lo mejor del zumo de 'Y decirte alguna estupidez, por ejemplo, te quiero' de Martín Casariego.
Su confesa apariencia de guerrillero afgano, con esa poblada barba negra a la que sus manos acuden con regularidad mientras cuenta, le da pie para explicar al respetable toda una serie de rarezas de su aspecto y de su carácter que, cultivadas desde la infancia, han provocado el resultado que se ve en la actualidad.
Y con desparpajo acude a recuerdos de bailes adolescentes, historias de instituto, sucesos de guardias civiles y amores imposibles que en algún momento recuerdan al trabajo cinematográfico de otro barbudo ejemplar, José Luis Cuerda. Efectivamente, en el fondo y en la forma de las narraciones de Albo late un corazón cuyo ritmo es semejante al que dio vida a Amanece que no es poco: pizca de surrealismo patrio, hipérbole rural y retratos desencajados para y por la risa.
El apalusómetro, si existiera, daría una muy buena nota a la sesión protagonizada por Félix Albo en la segunda jornada del Festival. Podría convertirse en un fijo, como Cadaval.
SEGOVIA
Anochece, que es bastante
Félix Albo arranca las carcajadas en la segunda velada de narración oral ALFONSO ARRIBAS/SEGOVIA
La narración oral puede seguir numerosos y muy diversos derroteros y por eso el género no aburre. Además de la temática, el método crea tantos modelos como cuentistas recorren el mundo, casi todos ya profesionalizados después de engancharse a tiempo al boom de los monólogos literarios.
Una prueba de la multiplicidad de criterios es que con sólo un día de separación, en el mismo escenario (el patio de la Casa de Andrés Laguna) y bajo el mismo paraguas del Festival de Narradores Orales de Segovia se han ejercitado fórmulas creativas tan dispares como las propuestas el primer día por Cristina Verbena y en su relevo por Félix Albo.
Lo que en aquella fue dulzura, en el valenciano residente en la provincia de Alicante ha sido hilaridad; la musicalidad de la narradora aragonesa desapareció cuando Albo se encaramó a las tablas y en su lugar apareció una locuacidad extrema, acelerada. Ambos son narradores, pero sus especies viven alejadas.
Y el público disfrutó del cambio, entregándose a un registro dominado por el humor directo pero no zafio, repleto de improvisaciones y digresiones que confirieron a los relatos compartidos un aspecto de historia recién horneada muy reconfortante, porque parecía que Félix Albo estaba regalando cuentos únicos, perecederos y exclusivos para ese momento y ese lugar.
Luego descubrimos que no, incluso que aquellos sucesos que parecían autobiográficos no eran sino productos de su pasmosa imaginación. Sólo una vez, en el magnífico relato final, echó mano de la literatura escrita y ajena para extraer lo mejor del zumo de 'Y decirte alguna estupidez, por ejemplo, te quiero' de Martín Casariego.
Su confesa apariencia de guerrillero afgano, con esa poblada barba negra a la que sus manos acuden con regularidad mientras cuenta, le da pie para explicar al respetable toda una serie de rarezas de su aspecto y de su carácter que, cultivadas desde la infancia, han provocado el resultado que se ve en la actualidad.
Y con desparpajo acude a recuerdos de bailes adolescentes, historias de instituto, sucesos de guardias civiles y amores imposibles que en algún momento recuerdan al trabajo cinematográfico de otro barbudo ejemplar, José Luis Cuerda. Efectivamente, en el fondo y en la forma de las narraciones de Albo late un corazón cuyo ritmo es semejante al que dio vida a Amanece que no es poco: pizca de surrealismo patrio, hipérbole rural y retratos desencajados para y por la risa.
El apalusómetro, si existiera, daría una muy buena nota a la sesión protagonizada por Félix Albo en la segunda jornada del Festival. Podría convertirse en un fijo, como Cadaval.