EL CUENTACUENTOS

FUENTE:Otis B. Driftwood

El cuentacuentos
Hoy les voy a contar el cuento de un cuentacuentos.
Este cuentacuentos es un señor de sonrisa eterna e infinita, de barbas revueltas que te hacen cosquillas al abrazarle, de verbo rápido y ágil que a quien le escucha y a él mismo le hace tomar aire cada treinta segundos para recolectar su riada de palabras e historias.
Este cuentacuentos es un amigo al que no conocía pero que asoma sus ojillos de vez en cuando por la lista de correos y siempre nos envía unas frases cortas y alegres para poner una poquita de luz entre las, a veces, áridas discusiones que nos empeñamos en mantener para arreglar el mundo.
Este cuentacuentos hace maravillas con globos, cordeles, capas, jardines, rosales, dragones y capas voladoras. Habla, silba, canta, grazna, chilla, ruge como un león y te acaricia como una ardilla.
Este cuentacuentos se coloca delante de un amplio grupo de personas deseosas de oírle hablar y, durante una hora, les hace reír a carcajadas, estremecerse de amor y arquear las cejas ante un misterio. Hilvana situaciones y deseos, construye las piezas de sus historias de manera que encajen y trabajen, arranca las miradas cómplices y se queda con su público desde la primera palabra hasta el “!” definitivo.
Este cuentacuentos es vivaz, rápido, deslenguado, hiperactivo, torrencial y explosivo… y, sin embargo, cuando los aplausos resuenan y le rodean, se vuelve tiernamente tímido y busca un biombo tras el que ocultarse de su propia genialidad. No le dejamos, naturalmente, le queremos ahí delante, cosechando nuestras sonrisas, las que él ha provocado.
Este cuentacuentos es, posiblemente, una de las mejores personas que he conocido y, creo, que conoceré en mi vida.
Este cuentacuentos se llama Félix Albo.

Ayer estuvimos con él en Villanueva del Pardillo y pronto les diré en qué otros sitios pueden encontrarle.

Si lo tienen cerca, no se lo pierdan.

Me lo agradecerán, pero, sobre todo, se lo agradecerán a él.

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