Entrevista a Félix Albo

fuente: BOOLINO, en el 15 de abril de 2012






Félix Albo es un mediterráneo que tiene por oficio contar historias.
Recorre kilómetros y kilómetros provocando emociones sólo con sus palabras al público que le escucha: público joven y adulto y también familiar, de primaria, de secundaria y adolescente. Público de muy distintos lugares ya que recorre la Península, las islas y, desde hace siete años, se deja ver por Bolivia, Colombia, Francia, Italia, Marruecos, México, Venezuela...
También le encanta hablar de su trabajo y compartir “lo poco” que sabe en actividades de formación con quien quiera acercarse al arte de narrar bien como espectáculo, bien en casa con sus peques, bien en la escuela como herramienta didáctica o de intervención social.
Félix, ¿cómo te defines profesionalmente? ¿Y como persona?
Me gusta presentarme como contador de historias, narrador oral. Mi profesión es ésa, la narración oral, aunque en uno de los encuentros que los narradores hacemos anualmente, alguien comentó que éramos los profesionales de la palabra dicha, y me encantó.
¿A quién le debes tu amor por las historias y por los libros?
Me apasiona contar por todo lo que genera a mi alrededor y también en mi interior.
Para contar viajo, viajo muchísimo y no me canso de viajar. Además tengo un contacto directo con la gente, un contacto con su parte emocional y eso lo hace muy especial. Me permite también conocer personas muy diversas, de realidades y perspectivas muy distintas, algunas muy diferentes a mí, y ésta, siempre es una posibilidad de enriquecimiento.
Tengo la suerte de tener un trabajo divertido, creativo y emocionante. ¿Se le puede pedir algo más?
A nivel interior, me produce una continua convulsión por distintos aspectos. Crear, parir una historia es un proceso íntimo, solitario, de encuentro y proyección de uno mismo, de reflexión y evaluación, de escucha y mirada activa hacia aquello que me rodea. Una ratificación en la posibilidad y voluntad de transformación.
Resulta más que reconfortante.
¿Cuáles fueron tus primeros pasos como contador de historias? ¿Cómo decides o te das cuenta de que quieres serlo? ¿Previamente haces alguna incursión en la escritura de historias?
Empecé utilizando el cuento como un recurso más de animación sociocultural, hasta que conté por primera vez para público adulto, ahora en octubre hará dieciocho años.
Me enamoró. Me sorprendió. Me pareció increíble. Tuve la suerte de hacer el primer tramo del recorrido de aprendizaje junto a Toni Mira y Pablo Pérez con quien formé el grupo ALBO, de donde viene mi apellido artístico, como también le quedó a Pablo, Pablo Albo, mi gran compañero de profesión durante todo aquel periodo.
El hecho de que un grupo de adultos desconocidos entre sí se dejaran guiar por la voz, la palabra de otro desconocido como yo y mostraran su plano emocional, riendo, sobresaltándose, emocionándose como grupo..., guardando silencio, me sedujo hasta el punto de dejar poco a poco mi anterior actividad profesional y apostar, arriesgar por hacer de contar historias, mi oficio.
¿Por qué te defines como “contador de historias” y no como “cuenta cuentos”? ¿Qué significa para ti contar historias, tener un buen libro en la mano y descubrírselo al público?
El nombre lo determina una cuestión de mercado. Cuentacuentos no resulta atractivo para el público adulto, y mucho menos para el adolescente o joven y esos son mi público mayoritario. Cuentacuentos se vincula, a veces irremediablementeal público familiar o infantil. Y, además, en los últimos tiempos, parece que este término enmarca, provoca además la idea de que va a haber un disfraz, globos, escenografía, canciones, juegos... (en ocasiones más incluso que cuentos) y ese trabajo no tiene nada que ver con el que yo desarrollo. El mío se centra en la palabra, en sugerir la historia en el imaginario de cada una de las personas que me escuchan basándome en los recursos de la oralidad: la palabra, el gesto, la entonación, la mirada. Mi trabajo persigue seducir al imaginario y la emoción de quien me escucha hasta tal punto que llega un momento en el que sus miradas no me ven, sino que andan deleitándose con la historia que, a partir de lo que cuento, dibujan en sus adentros.
En sesiones infantiles o de público familiar, suelo utilizar como recurso un libro, un álbum ilustrado. Y cuando aparece, cuando lo muestro o lo nombro, genero un vínculo directo entre mi trabajo y la literatura escrita, el libro como objeto. Ese es el primer paso, estoy convencido, para la animación a la lectura: la seducción hacia el propio objeto. Por eso es tan importante la selección de lo que uno muestra, de lo que uno cuenta, a lo que uno propone el acceso.
¿Cómo se consigue llegar a ser un contador de historias reconocido al que pueden contratar por toda España y parte de Sudamérica?
Sin duda alguna trabajando. Trabajando mucho y de una manera constante. Trabajando antes de salir a escena: preparando las historias, renovando el repertorio (genero un espectáculo de adultos al año), puliendo las historias que ya funcionan, fortaleciéndolas con un universo amplio. Trabajando también en escena: sintonizando con el público y dándolo todo, escuchando a la vez que cuento y creyendo en lo que cuento, queriendo contarlo. Y trabajando, claro, después de la escena: evaluando, evaluando tratando de mirar no solo con los ojos propios. Evaluando para crecer, aprender y mejorar.

¿Qué diferencias hay entre contar historias a los niños, a los jóvenes o a los adultos?
Creo que son mayormente diferencias de forma. El lenguaje y el ritmo cambian. Los temas son más universales de lo que solemos pensar; salvando matices en las áreas de interés, el miedo, el amor, el humor y un cotidiano en el que nos podamos sentir reflejados, son temas que enganchan a cualquier edad.
¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Las historias que cuentas, las preparas como si tuviesen un guión teatral y tú eres el actor, o improvisas en función del público, estado de ánimos,…?
Utilizo la visualización como proceso creativo. Genero en mi imaginario con mucho detalle cada una de las historias. Al ser un ejercicio diario, no solo trabajo con la imagen: sonidos, olores, sensaciones, emociones... todo va enriqueciendo el universo particular de cada historia sin el que no tendría sentido para mí contarla. Universo que, en su mayor parte, ni siquiera aparece en la versión que cuento, pero que es necesario para darle fuerza y peso a la misma.
Es como un viaje. Nunca cuentas un viaje con pelos y señales, sino que elijes qué contar en base a una conjunción de los intereses de quien te escucha y lo que tú quieres contar. Y la improvisación que pueda desarrollarse a la hora de hacerlo, se mueve entre esos dos límites, siempre de manera muy dinámica.
¿Cuál es la respuesta de los niños ante tus historias? ¿Participan de ellas, las viven?
Trato siempre de que lo pasen bien, de que lo pasen tremendamente bien para que les cueste olvidar que escuchar esas historias les ha gustado mucho. Me encanta enganchar, hacer guiños también al público adulto que está en la sala; creo que es mi responsabilidad que disfruten todas las personas que están en el lugar donde cuento, al margen de su edad o de las razones que les han llevado hasta allí. Así, después, adultos y menores podrán poner en común no solo las historias sino lo que les ha producido, sugerido com mayor o menor intensidad. Y, con suerte, esos cuentos vuelvan a sonar al borde de una cama o entorno a una mesa para recordar el buen rato y para seguir disfrutando pero ahora desde las voces de personas más cercanas.
Con adultos es un proceso similar. Utilizo el humor para unificar el nivel emocional. Un humor que baila siempre con la ironía y el sarcasmo. Son historias cotidianas, que a todo el mundo le pueden resultar cercanas o en las que se pueden identificar. Una realidad común mirada con los ojos de unos personajes que suelen darle la vuelta a todo desprendiendo grandes dosis de ternura a borbotones, sin ñoñerías ni sentimentalismos; en ocasiones con la dureza que desborda la propia vida. Hay humor, mucho, pero no sólo eso. Mis espectáculos para adultos pretenden producir una convulsión emocional en quienes los disfrutan, tratando de tatuar eso sí, una sonrisa amplia y sorprendente en el recuerdo. Ese es lo que persigo, por lo que trabajo.
¿Cómo te sientes tú después de una de tus sesiones con niños?
Pleno y cansado. Es cierto que salgo con una sensación de plenitud por sintonizar con quienes escuchan. Es genial cuando se acercan los más pequeñines a darte un beso, a darte las gracias o a mirar detenidamente los libros que has dejado sin contar, o los que has contado (este momento es genial).
Es brutal cuando los adolescentes se quieren hacer una foto contigo, cuando uno sabe que posee una estética física nada acorde a las modas.
Genial cuando un adulto se acerca y te da las gracias, y te las da desde una sinceridad total porque no tendría sentido hacerlo de otra manera, porque le has tocado, se lo ha pasado tremendamente bien y encima, le has tocado.
Emocionalmente bajas del escenario grande. Una grandeza que poco a poco se va marchando, por suerte, dejando eso sí, un rastro dulce.
Físicamente bajas cansado. Es una hora, hora y media de entrega total, de concentración, de palabra ininterrumpida, de gestualidad, de disposición de todos tus recursos al servicio del espectáculo de la oralidad... Un tiempo de esfuerzo continuo físico, mental y emocional. Cansado pero satisfecho por el esfuerzo.
En boolino estamos convencidos de que tenemos que conseguir que las niñas y los niños lean más, para que se diviertan y, además, cuando sean adolescentes y adultos sigan haciéndolo, y hayan desarrollado más sus capacidades cognitivas. ¿Qué les recomiendas a los padres que quieren que sus hijos sean buenos lectores?
Realmente no creo que exista una fórmula mágica para que nuestros hijos sean lectores. Y creo que por suerte. Pero es evidente que siempre que haya un ambiente lector en casa, en la escuela, existen más posibilidades. Si la literatura forma parte de nuestro cotidiano doméstico, familiar; si los libros ocupan en el lugar que habitamos espacios físicos, conversaciones, actividades, va a ser mayor la probabilidad de que nuestros hijos disfruten de la literatura en particular y del arte en general.
También ayuda leer lo que ellos leen, para poder disfrutar después de intercambiar puntos de vista, conclusiones, ideas; para conocernos mejor padres e hijos, a partir de ese intercambio totalmente subjetivo y particular.
Y, sin duda alguna, para poder guiarles, sugerirles una ruta de lectura, debemos conocer muchos libros y para ello debemos leer y también dejarnos aconsejar por personas que conocen mucha literatura como bibliotecarios, buenos libreros, o personas que, como nosotros los narradores, andamos siempre entre libros. Y también buscar en portales especializados, como el vuestro, que está de lujo, o en blogs donde se nos reseñan libros buenos, como el de la Biblioteca de los Elefantes.
La preocupación se quita leyendo, y además, seguro, descubriremos algunos títulos únicos en un género, el de la literatura definida como infantil o juvenil, que siempre estuvo menospreciado. Seguro que muchos nos enamoran.
Actualmente llevo a cabo un proyecto llamado Pipiripao en el que se mezclan tres conceptos: club de lectura, escuela de padres y taller para contar historias en casa. Un proyecto que se puede desarrolla gracias a las AMPAS o a la unión de concejalías de educación, servicios sociales y/o cultura, pues cumple y trabaja objetivos de todas ellas. Una actividad mensual, divertida, que provoca un desarrollo de la comunicación familiar a partir de la literatura, que eleva el nivel lector de sus participantes, y que utiliza como herramienta principal el bello y completo formato del álbum ilustrado.
¿Crees que se valora lo suficiente la LIJ en todos los sectores? ¿Y la importancia de la transmisión oral de las historias/cuentos?
La literatura en general está menospreciada; pero en especial la infantil y juvenil. Debería fomentarse más su uso, su disfrute, su acceso en las escuelas. Es un recurso educativo y didáctico formidable y no solo para lengua o literatura. Yo no me canso de decirlo y demostrarlo cuando imparto cursos a profesionales de la docencia.
La oralidad igual. Escuchar cuentos enseña a desarrollar el imaginario, a reflexionar, a pensar, a escuchar, a desarrollar una conciencia crítica también, a imaginar, a expresar... Escuchar cuentos enseña a disfrutar de lo elemental, a sentirnos más grupo, más sociedad, más humanos y, cómo no, facilita herramientas para vivir.
¿Qué es necesario hacer para que la transmisión oral de historias y cuentos perviva y no pase sólo a formar parte de la historia?
Mira, así como leer es un proceso aprendido, contar es natural. Nadie nace sabiendo leer, pero todos podemos contar, por lo que nunca desaparecerá.
Otra cosa distinta es contar como actividad cultural, como actividad teatral, como espectáculo, que es en realidad mi oficio. Para que este perviva se han de, no solo mantener, sino abrir espacios de calidad, ser conscientes de los beneficios que produce escuchar historias, y no solo a un público infantil. A veces es más efectivo contar a las personas adultas, reírnos de nuestras tonterías, de eso que llamamos necesidades y disfrutar de la sencillez que aporta la palabra dicha sin artefactos, artificios ni lucecitas.
No se necesitan demasiadas características, pero sí algunas que son imprescindibles. Podemos trabajar en muchos espacios, pero no en todos. Contar es un acto frágil aunque parezca lo contrario. Frágil y tremendamente adaptable.
Actualmente hago un espectáculo producido por Unahoramenos que está diseñado para los teatros. Un espectáculo que utiliza escenografía e iluminación en el que sigue primando la palabra. Las cuatro esquinas son dos historias que de la mano del humor y la ternura, llevan al público desde el delirio de la risa al silencio denso que provocan dos abismos emocionales. Un espectáculo de palabra dicha desarrollado en y para los teatros ante un público de teatro y que les deja satisfechos.
Los teatros también son nuestro espacio. Siempre lo fue. Solo hay que trabajar para que encaje y cumpla con las necesidades, exigencias específicas y pueda aprovechar todas las posibilidades exponenciales que como espacio ofrece.
La situación delicada de nuestro oficio es motivo de preocupación. Hace dos años, un grupo de personas creamos AEDA, la asociación de profesionales de este oficio. Desde ahí, trabajamos para dignificar la profesión, para hacerla visible, para crear ámbitos y espacios de reflexión, formación, investigación y desarrollo. En su web, www.narracionoral.es, podemos encontrar artículos y enlaces realmente interesantes, como por ejemplo a EL AEDO que es la revista desarrollada desde la asociación y en cuyo último número abordamos el tema de contar en tiempos de crisis (una tarea nada fácil, no creas), o a un video que realizamos entre todos para celebrar el 20 de marzo el día internacional de la narración oral.
¿Crees que despertar la conciencia crítica y divertir es conciliable cuando hablamos de literatura infantil y juvenil?
A mí hay algunos álbumes que me parecen auténticos puntales para mantener conversaciones que ajustan, desarrollan la educación y el crecimiento. Álbumes como El Monstruo, de Daniel Martín, La Isla de Armin Greder, o Juul, todos ellos editados en Lóguez (por ejemplo... sería larga la lista, muy larga) son libros que no dejan intacto a quien los lee. Pellizcan, sacuden, conmocionan con temas tan reales como la inmigración, el maltrato o el acoso. Álbumes ilustrados que aparecen camuflados en las estanterías sin ningún señuelo que diga: "¡Oiga! No se pierda este título". Libros que nos van a hacer disfrutar, aunque eso no signifique solo que lo vayamos a pasar bien.
La literatura nos muestra herramientas y caminos para la vida, pero para encontrarlos no solo hay que leer, sino que también hay que disfrutar de la lectura, reflexionar sobre lo que leemos, compartir y, sobre todo, caminar.

Y para acabar, y abusando de la oportunidad brindada, nos atrevemos a pedirte que nos recomiendes algunos libros para conseguir despertar en nuestros pequeños el amor por la lectura.
Madre, qué compromiso. Pero mira, los prelectores no pueden perderse Luna(por ejemplo), de Antonio Rubio, ilustrado por Óscar Villán, o Un Libro, editado en Kókinos. El león que no sabía escribir, de Lóguez que me encanta, El capitán Calabrote, Un bicho extraño, Frederick, El secreto del oso hormiguero (genial libro de poesía) (todos ellos en Kalandraka), La gran fábrica de las palabras, El árbol rojo, muchos de los libros de Janosch, Lobel, Anthony Browne, Jutta Bauer... Madre, qué compromiso.

La lista es interminable y en ella hay algunos autores que también cuentan... hay que buscarlos porque algunos escriben auténticas delicias y otros son tremendamente divertidos, como, así de los últimos, Amiga Gallina, de Juan Arjona, editado en A buen paso, como un muy buen ejemplo, además de la muy buena edición.
Muchísimas gracias por tu tiempo y atención, y desde boolino te ofrecemos un espacio para compartir inquietudes y conocimientos con nuestros seguidores cuando quieras.
Todo un placer poder compartir con vosotros esta entrevista y en ella inquietudes, dudas, deseos e intenciones. Agradezco que mostréis interés por mi oficio y profesión que me entrega tantos regalos y que ahora, como otras buenas cosas, corren peligro de extinción.

Aquí os dejamos más información sobre Félix y su correo electrónico por si queréis contactar con él.
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