FÉLIX ALBO
domingo, 30 de octubre de 2005
FUENTE: De lo que trajo el mar
Era un HOMBRE bajito, regordete, con barba (con pinta de talibán, según él mismo se describió) y de ojos dulces (¿un talibán de ojos dulces?). Llegó con su carita de niño bueno, aunque dejaba entrever una pizca de picardía y la sospecha de que, en alguna que otra ocasión, habría dado dolores de cabeza a más de uno con sus travesuras.Llegó cantando, con voz a sol y Mediterráneo.Llegó también con una caja mágica, invisible y sin fondo, de donde sacó una rana, un sapo, un lagarto, un gato, un perro (no sé cómo, pero consiguió que dentro de la caja se llevaran bien y se olvidaran de la cena... era una caja mágica, ya he dicho)... También nos llenó la sala de avioncitos de papel, que escaparon volando de su escondite e hicieron mil travesuras ante nuestros ojos; incluso uno se enredó en mi pelo. Y aún más, convirtió el aula en sala de baile (casi podía oírse la música) y en cómplice de un primer amor de cuento que evocó otros amores, también de cuento.Y llegó la hora y tuvo que irse.Llegó, cantó, contó y se fue. Y dejó, escondidas en el aire, entre aviones de papel, estas ganas de escribir sin saber por qué.