Félix Albo consiguió seducir al público en la segunda noche del Festival de Narradores Orales
jueves, 9 de julio de 2009
fuente: el adelantado
Los asistentes pasaron de la risa a la emoción en una noche para el recuerdo
MARINA G. ARRANZ - Segovia
La expresión "quedarse en blanco" seguro que resulta desconocida para Félix Albo. Este mediterráneo, que tiene por oficio contar historias, consiguió abarrotar en la noche del martes el patio de la Casa de Andrés Laguna en la segunda jornada del Festival de Narradores Orales. Durante casi dos horas, el monologuista hizo disfrutar a niños y jóvenes, adultos y mayores allí congregados, con tres historias, aparentemente sin relación entre sí, que acabaron cerrando el círculo y convirtiéndose en una sola.
Para romper el hielo, Albo comenzó su intervención con lo que él mismo denominó "disociación mental", es decir, una serie de juegos que pretendían poner a prueba la agilidad y coordinación de los asistentes, que no pudieron más que romper en carcajadas al comprobar su propia torpeza. Desde ese preciso instante se creó un vínculo cómplice entre el narrador y sus oyentes, que no se rompió hasta el final de la noche, cuando este maestro de la palabra se despidió entre aplausos del encantado público, que incluso había permanecido de pie o sentado en el suelo ante la falta de asientos.
La comicidad de las historias, contadas siempre en primera persona, era evidente y las risas prácticamente constantes. Una noche de borrachera en un pequeño pueblo de Soria, una amable anciana que sólo sabía cocinar tortilla de queso, un extraño tic que obligaba al narrador a agitar su brazo izquierdo cada vez que se ponía nervioso… fueron sólo algunas de las aventuras que los asistentes escuchaban con gran atención y con una sonrisa siempre en los labios. La agilidad verbal de Albo dejó asombrados hasta a los más exigentes. Y es que sin apenas una pausa para respirar, el monologuista hilaba los acontecimientos, sin olvidar ni un solo detalle, logrando que el público se metiera plenamente en la historia, olvidara que se encontraba en la antigua Judería de Segovia y pasara a acompañarle en todas sus peripecias. Incluso fue capaz de incorporar a su relato las interrupciones de los teléfonos móviles.
Cuando el cuento ya no podía resultar más grotesco y el final resultaba imprevisible, el narrador cambiaba absolutamente de registro: del monólogo cómico pasaba en un solo segundo a la narración novelesca más sentida, que conseguía conmover a los asistentes. Las risotadas fueron sustituidas por el más absoluto silencio y donde había algarabía se pudo vislumbrar algo de tristeza. Historias de amor, muerte, dolor y guerra ponían la guinda a aquello que parecía que iba a terminar de la forma más humorística posible.
Estos cambios no hicieron más que añadir encanto a una noche donde los televisores de las casas se cambiaron, por una vez, por la magia de la narración en directo, de la que los segovianos podrán seguir disfrutando cada día y hasta el próximo domingo, a partir de las diez de la noche.
pie de foto Albo narró ayer por la tarde cuentos para los más pequeños en el Jardín Botánico / Fernando Peñalosa